domingo, 18 de marzo de 2012

En obediencia a Dios.




Dios no pide que seamos vasos de oro, ni vasos de plata...
Lo que pide es que seamos vasos rendidos.

¿Cómo definirías la palabra obedecer? 
Obedecer es someter mi juicio a alguien, es dejar de lado lo que yo pienso y quiero para pensar y querer lo que el otro quiera. Obedecer es confiar en aquella persona a la que obedeces.Obedecer a Dios en confiar es Dios.
Obedecer es para inteligentes como tú. Ante un semáforo en rojo, ¿qué es más inteligente, parar obedeciendo al color rojo del semáforo o cruzar no obedeciendo al semáforo? La respuesta inteligente es parar. 

Obedecer no es decir: “sí, ya lo hago”, “sí, ya voy”...No sólo es decirlo, sino hacerlo.
Como nos dijo Jesús: “¿Por qué me llamáis: “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo?” (Lc 6,46). La obediencia se demuestra con actos.
Como toda virtud, la obediencia se adquiere practicándola y también pidiéndola al Espíritu Santo.
Todavía estamos a tiempo de aprender a obedecer. “Mantente fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida” (Ap 2:11)…
Obedece la palabra de Dios y Dios te dará la corona de la vida. Obedece los mandamientos de Dios y Dios te dará la corona de vida.
“Dichosos los que caminan rectamente, los que proceden en la ley del Señor. Dichosos los que guardan sus preceptos, los que lo buscan de todo corazón; los que, sin cometer iniquidad, andan por sus caminos” (Sal 118,1-3).
Dios nuestro Señor es infinitamente sabio, e infinito es también su amor hacia nosotros, por eso siempre quiere para nosotros lo mejor y sabe perfectamente lo que nos conviene. 
La obediencia a Dios es prueba de sensatez y camino seguro de felicidad; aunque a veces los deseos divinos no coinciden con nuestros gustos.

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