lunes, 25 de junio de 2018

¿Lloras mucho?


Y lloraba yo mucho… (Ap. 5:4)


Cuantas lágrimas son derramadas.
Cuantos llantos llevan años.
Cuantas noches de tristezas por angustias que no se terminan.
Las risas a nuestro alrededor suenan lejanas y el bullicio es, a veces, un tumulto que no entendemos.

Dice una frase:
“Se amable con las personas que se cruzan en tu camino,
Pues puede que se encuentren librando batallas que ni siquiera imaginas”

A veces una sonrisa por fuera, esconde una tristeza por dentro.
Las primeras palabras de Cristo Jesús luego de la resurrección fueron hacia una mujer (María Magdalena) en Juan 20:15 “Mujer ¿Por qué lloras?...”
Realmente hay una respuesta de María al porqué de su llanto. Pero la pregunta de Jesús es mucho más que un interrogante a ella. Pues es una pregunta que trasciende los tiempos “¿Por qué lloras?”
Al llorar ella no podía ver a Jesús.
Jesús, el mismo que estuvo clavado en la cruz, el mismo que fue puesto en una tumba, el mismo que había vencido la muerte y que se había levantado triunfante. Era el mismo que parado junto a ella le preguntaba sobre el porqué de su llanto. El Cristo de la gloria estaba parado junto a ella y ella no podía verlo.
En Juan 20:15 María lloraba. En Apocalipsis 5:4 el apóstol Juan lloraba.
Pero ¿Porque lloraba Juan?
El estaba teniendo una visión del cielo junto al trono sempiterno del rey de los siglos. ¿Cómo es posible que Juan pudiera estar llorando (mucho)?
La visión de Juan en Apocalipsis 5 es profética y dice que había unos escritos sellados en los cielos, los cuales no se podían abrir. Juan estaba ahí en la consumación de los tiempos teniendo una visión final de la historia, allí donde todo el curso de la humanidad cobraba sentido frente al trono de Dios, pero aún faltaba algo. Se tenía que contar el final de la historia pero los libros estaban sellados.
El problema era que tenían tal sello que nadie los podía abrir. Y al decir nadie quiero decir NADIE. Ni en el cielo, ni en la tierra, ni aun debajo de la tierra se encontró alguien digno de abrir los sellos (Ap. 5:4). ¿En la consumación de los tiempos, podría quedarse algo sin ser consumado? ¿En la culminación de las edades, podrían ciertas cosas quedar sin ser culminadas? ¿De las preguntas que jamás tuvieron respuesta, acaso podrían quedar así?...
…Y un ángel pregonaba a gran voz ¿Hay alguien que sea digno de abrir los sellos? (Ap. 5:2)
…Pero no se halló nadie (Ap. 5:3)
Y yo (Juan) lloraba mucho (Ap. 5:4)
“Y uno de los ancianos me dijo: No llores.”(Ap. 5:5)
Historias inconclusas. Tiempos no acabados. Preguntas sin respuesta. El ciclo debía terminar.
Cuánta gente dice: ¿Quién podrá sanarme? ¿Quién podrá quererme? ¿A quién le podré contar? ¿Quién podrá entenderme?
Secretos ocultos en libros guardados. Los libros están sellados. ¿Conoce usted esos libros? No están en vitrinas o estantes, están guardados seguros a resguardo y en lo más profundo. Son libros que nadie lee  y que suelen estar en lo profundo del corazón. Historias con fechas. La muerte de un ser querido. Un daño hecho que no podemos olvidar. Una historia que se tapa para no contar. Son libros con historias del corazón. Son libros difíciles de leer. Son historias que las pastillas no sanan ni el tiempo los borra. Son libros que están ahí sellados. Son libros que causan llanto.
Y yo lloraba mucho (dice Juan), pero el anciano me dijo:”No llores” (Ap. 5:5) Hay uno digno. No llores porque hay uno que venció. No llores porque hay uno que si puede. No llores porque hay uno y se llama JESUS.
 Y en el cielo se canto un cantico nuevo “Digno eres Señor, de tomar el libro y abrir los sellos: porque tú fuiste inmolado y con tu sangre nos has redimido para Dios” (Ap. 5:9)
No hubo nadie digno. Pero hay uno JESUS

Con cariño pastor Leonardo Blanco desde Sauce, Corrientes, Argentina

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